Sueño muestra al papa Paulo VI, vestido con su sotana blanca, rodeado por personajes de diversas culturas indígenas de América que portan sus armas en actitud amenazante. La obra fue producida durante el período inicial del gobierno socialista de Salvador Allende en Chile (1970-1973), cuyo mandato presidencial se vio violentamente interrumpido por el golpe militar de Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Durante los primeros años del proceso revolucionario de Allende, Vicuña componía Diario estúpido (1966-1971), un largo poema de prosa de dos mil páginas aún inédito. Allí la artista incluyó expresiones de denuncia y vituperio contra el Papa, la Iglesia Católica y la jerarquía eclesiástica, subrayando su rol en los procesos de violencia colonizadora y gesta civilizadora.

Sueño fue una de sus obras más explícitas de confrontación al poder religioso. Su interés no era simplemente fracturar la hegemonía del discurso religioso occidental, sino señalar que lo que hizo aquella imposición europea fue borrar y desprestigiar otras maneras de vivir la religiosidad y la espiritualidad. Esa preocupación ha aparecido en otras pinturas suyas de esos años: en Ángel de la menstruación (1973) (Colección Catherine Petitgas, Londres), Vicuña transforma a la Virgen María en una Pachamama –la diosa andina de la Madre Tierra– para que las mujeres puedan rezar por su propia menstruación. En ese sentido, Sueño es la afirmación del deseo de que las culturas indígenas puedan recuperar su autodeterminación a través de la muerte simbólica de la autoridad colonial y religiosa: “Sueño: los indios matan al Papa” era el título original de la pintura, tal como ella lo escribía en 1973 en su libro Sabor a mí.1

Sueño fue originalmente exhibida en la muestra Pinturas, poemas y explicaciones, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, en junio de 1971. Todas las obras de la exhibición fueron colgadas al lado de textos y “explicaciones” que no solo buscaban describirlas, sino generar tensiones entre lo visual y lo literario. Vicuña entendía su trabajo pictórico como una extensión de su experimentación poética, y viceversa. Para la artista, el referente de este tipo de diálogo entre imagen y texto eran las crónicas de la época del Virreinato del Perú del indígena Guaman Poma de Ayala, quien, a inicios del siglo XVII, produjo un libro –que combinaba dibujo y escritura– dirigido al rey Felipe III, en donde registró la visión andina del mundo y denunció la violencia de las autoridades españolas. Así lo explica Vicuña: “Yo estaba siguiendo el mismo instinto que él [Guaman Poma] cuando escribía una carta al Rey, yo estaba haciendo una especie de carta a Chile con esa exposición llamada ‘Pinturas Poemas y Explicaciones’”.2

Sueño forma parte de una serie de obras iniciada a fines de los 60, en donde la artista procuró establecer un diálogo con las estéticas del arte popular y las tradiciones pictóricas campesinas e indígenas. Sus cuadros se orientaban a construir una imagen distinta de América, manifestando también su respeto y afinidad por aquellas estéticas consideradas subalternas desde una perspectiva burguesa, colonial y patriarcal –las imágenes de los niños, de los locos, de los no educados–. “[Mis pinturas] eran una continuación de las imágenes coloniales de santos pintadas por los mestizos”, decía Vicuña en 1984, aludiendo a su deseo de conectarse con la tradición pictórica de la Escuela Cusqueña –surgida a fines del siglo XVI–, que fue muy influyente para ella por su manera de sintetizar la cultura andina con la occidental y generar representaciones subversivas del imaginario visual europeo.3

Sueño fue originalmente creada junto con otro cuadro titulado Autobiografía (1971). Vicuña veía ambas obras como una manera complementaria de representar la dirección de una posible liberación indígena, tanto individual (Autobiografía) como colectiva (Sueño). Su voluntad narrativa a través de la representación realista buscaba enfatizar una transformación de la subjetividad de los individuos y del cuerpo social que permitiera valorar la vida desde otras experiencias sensibles.

La artista describió Sueño con estas palabras en 1971:

"Sueño que en Nueva York voy a ver a mi amiga Yoko Ono. Estamos juntas cuando llega un tío mío diciéndome que por fin ha empezado la revolución: todos los indios del Norte, Centro y Sur de América se han rebelado y levantándose en armas matan al papa.

Durante años yo esperaba que los indios se organizaran defendiéndose para recuperar siquiera una parte de sus tierras y sus mundos.

Salto y bailo de gusto.

Me levanto, abro mis enciclopedias y busco retratos de indios. Encuentro los que busco después de dos días. Pinto un tarahumaa de México, una pareja de yaganes de Tierra del Fuego, unos mayas lacandones de Guatemala, dos indios aymara del altiplano Perú-Boliviano, dos bororos de Brasil, dos mapuches de Chile y una familia apache de los E.U.A.

Hombres y mujeres pretenden estar armados con sus armas tradicionales pero es nada más una estratagema. En verdad, todos tienen un fusil escondido y esta vez, ganarán la guerra".

Cecilia Vicuña
Santiago, marzo, 19714

Texto de Miguel A. López

 

Notas

1. Adès, Dawn, “Cecilia Vicuña’s Calcomanías”, en Cecilia Vicuña, London, England & Co, 2013, p. 7.

2. Vicuña, Cecilia, Sabor a mí, Devon, UK, Beau Geste Press, otoño de 1973, s/p.

3. Lippard, Lucy, “The Vicuña and the Leopard”, Red Bass / Women’s International Arts, nº 10, 1984, p. 16.

4. Vicuña, Cecilia, Sueño, marzo de 1971. Texto inédito. Archivo de la artista.

 

Sueño – Los indios matan al Papa, 1971

Ficha técnica

Título: Sueño – Los indios matan al Papa
Año: 1971
Técnica: Óleo sobre tela
60 x 64,5 cm
Nro. de inventario: 2018.11
Donación: Adquisición gracias al aporte del Comité de Adquisiciones de Malba, 2017

Fuera de exposición