En su obra La canción del final, Jorge Macchi apropió y manipuló el lenguaje cinematográfico. Este video exhibe los créditos de una película en loop, repitiéndose al infinito. Una extraña melodía acompaña su deslizamiento.

Los créditos, ubicados habitualmente al final, cuando la imagen se desvanece, permiten a los espectadores una aproximación al film, ya que les brindan información sobre la organización de la producción (quiénes fueron los actores y directores, cómo funcionó el reparto, quiénes participaron de un modo u otro en el espectáculo). Sin embargo, en el video de Macchi, el continuo de palabras, escritas con letras blancas, carece de nitidez. Los créditos están nublados a tal punto que su lectura es imposible. No se sabe ni qué película terminó ni qué sentido tiene acreditar a alguien si el propio acto de reconocimiento está, a su vez, negado. Pero se escuchan, sí, una música, sonidos, una cadencia de notas que parece tener su origen en el movimiento de esas palabras o bloques turbios.

La música se origina, en efecto, en el aspecto visual de los créditos, que se vuelven notas. Es decir, cada línea de crédito activa un sonido cuando aparece en la pantalla (y esos sonidos varían según la medida o forma de las palabras). El cine comienza a funcionar como una partitura. Y, si bien el azar crea la estructura rítmica, Macchi colaboró con Alejandro González Novoa, músico contemporáneo experimental, quien realizó una composición con violoncelos especialmente para esta obra, tomando como base la melodía azarosa. Quien observa la videoproyección escuchará, además, que la pieza musical de González Novoa proviene de dos canales de audio diferentes; como la entrada en la pantalla de cada una de las líneas de los créditos condiciona los sonidos, es posible advertir que el canal derecho está relacionado con lo que ocurre visualmente en la columna derecha de los créditos, mientras que el canal izquierdo se vincula con lo que ocurre en la izquierda.

La canción del final guarda estrecha relación con varios videos de Macchi. Tanto en Caja de música (2004) como en Streamline (2006) el artista también trabajó con partituras insólitas al filmar, por ejemplo, el tráfico y encontrar que la aparición de los automóviles podía determinar ritmos y que las líneas divisorias de los carriles podían funcionar como un raro pentagrama. Además, La canción del final es la versión anterior de Fin de film, una obra realizada seis años después, que Macchi creó en coautoría con Edgardo Rudnitzky (músico con quien colabora con asiduidad y que participó, incluso, en la producción de Buenos Aires Tour (2003), otra de las obras de este artista que integran el acervo de Malba). En Fin de film Macchi introdujo algunas variaciones y la música fue interpretada por la Orquesta Sinfónica de Porto Alegre, en ocasión de su exposición monográfica presentada en el marco de la Bienal del Mercosur de 2007.

Macchi explicó: “Estoy absolutamente en contra de las categorías. Su función es tranquilizar al espectador. Lo que hacemos implica una complejidad que ninguna taxonomía podrá nunca reducir”.1 Su arte detona las distinciones sobre las que se estructura el pensamiento. Así, en La canción del final, los créditos desacreditan o no informan, las imágenes se transforman en sonido, y se fusionan el azar y la composición calculada. Macchi perturba el sentido común. Introduce un cambio en aquellas cosas que los espectadores conocen bien –como los títulos de cierre de una película o una partitura– y hace que las perciban de otra manera. Sus obras se resisten al orden de lo dado e invitan a comprensiones nuevas, alternativas, de la realidad. Es en este sentido que se manifiesta, también, la influencia de la literatura en su arte. Aparte de relacionarse con el cine y la música, La canción del final se puede vincular a los libros de Julio Cortázar, Macedonio Fernández, Edgar Allan Poe y, en especial, Jorge Luis Borges, un autor que cautivó a Macchi desde sus años de formación. Borges, a través de lo que él mismo denominó “literatura fantástica”, escribió sobre la incertidumbre, escenificó los confines de la lógica habitual y exhibió paradojas y contradicciones. Macchi también explora la opacidad, la incógnita y la suspensión, organizando con sus obras una multitud de posibilidades que ponen en crisis lo unívoco, la monotonía, los límites de las definiciones.

Texto de Florencia Malbrán

 

Notas

1. Macchi, Jorge, “Jorge Macchi by Edgardo Rudnitzky”, BOMB, Brooklyn, nº 106, 2009.

La canción del final, 2001

Ficha técnica

Título: La canción del final
Año: 2001
Técnica: Video proyección. Edición: 2/4
Duración: 5'30''
Nro. de inventario: 2004.25
Donación: Fundación Eduardo F. Costantini, 2004

Fuera de exposición

Exposiciones

Adquisiciones, donaciones y comodatos 2005
MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Argentina
2005

+ MALBA. Adquisiciones, donaciones y comodatos
MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Argentina
2004

Bibliografía