La pintura exhibe una mirada en la que la obra es testimonio de una época, no tanto por el asunto que el artista seleccionó, sino más bien por los nuevos modos de representación que surgieron como correlato de su reflexión sobre nuevos problemas pictóricos.
Entre los frecuentes viajes que atravesaron la vida de José Cúneo, la beca oficial por cuatro años que recibió en 1926 del gobierno uruguayo le permitió instalarse con su familia en Francia. Luego de unos meses en París, donde se encontraba muy a menudo con Pedro Figari, se trasladó, por sugerencia del artista Libero Badii, a la ciudad de Cagnes-sur-Mer, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, al sur del país, en la frontera entre el departamento de los Alpes Marítimos y la provincia italiana de Cuneo.
El artista pintó a plein air este caserío de la pequeña ciudad con sus calles estrechas y sinuosas, impactado por los paisajes que el pintor bielorruso Chaïm Soutine había realizado en Cagnes-sur-Mer. Una composición dislocada en la que las líneas oblicuas y las perspectivas aceleradas establecen vinculaciones espaciales que obedecen más a relaciones topológicas que geográficas, y donde el movimiento vertiginoso parece incluir lo que se observa y a quien observa. Al considerar la pintura como objeto por derecho propio, no solo experimentaba otros modos posibles de representar la realidad, sino que el arte era asumido como configurador de realidad; un nuevo modo de ver en el que abandonó el uso del claroscuro en favor de la puesta en escena de los contrastes sin mediaciones entre claros y oscuros.
La obra, plena de sobresaltos, con un cielo tempestuoso y una paleta en la que el artista expresó su cansancio de la coloración desplegada por el impresionismo, ya no tenía como objetivo dar cuenta del clima y la luz real; ni tampoco buscaba proyectar el paisaje y la luminosidad natal sobre sus homónimos europeos, porque el Mediterráneo, decía Cúneo, es tan luminoso como el Uruguay.
Para el artista la pintura no tenía que seguir siendo narrativa. Ni el paisaje como asunto de la pintura, ni los cambios que se estaban produciendo a su alrededor en el mundo artístico le eran ajenos.
Cúneo había estado en contacto durante sus viajes con artistas y obras que expresaban la renovación de las preguntas que permitían reflexionar sobre los problemas específicos de los lenguajes artísticos. En París, asistió al taller del español Anglada Camarasa, cuya obra había conocido en la Exposición Universal de Bellas Artes celebrada en Roma en 1911. En 1912 visitó la muestra de futuristas italianos realizada en París, ciudad donde se relacionó con el grupo de los nabis y tuvo como maestro al holandés Kees van Dongen, vinculado tanto a los fauves como al expresionismo de Die Brücke. Su contacto directo con los fauvistas le haría ver que no solo se trataba de incorporar los colores violentos, sino del impacto que eso tenía en la mutación de las formas. Cúneo, considerado parte de la llamada escuela planista, afirmaba su preferencia por los colores casi puros, brillantes, como salen de los tubos. El término “planismo”, introducido por el crítico Eduardo Dieste, da cuenta de un conjunto de producciones diversas que dominó la práctica pictórica uruguaya en las décadas de 1920 y 1930.
La crítica coincide en que la exposición de paisajes de Cúneo llevada a cabo en 1918 en el Uruguay, en la Casa Corralejo, ya había inaugurado una nueva manera de percibir el paisaje: ver la realidad como la vio Cézanne, quien, al observarla intelectivamente, descubrió la ley constructiva de los pasajes y los contrastes, que estructura las obras, decía Cúneo en sus múltiples apuntes y escritos.
En cuanto al paisaje, Cúneo formó parte de los artistas que protagonizaron, en las primeras décadas del siglo XX, la tensión entre la incorporación del encanto del paisaje campesino y la luz local al imaginario nacional uruguayo a través de las bellas artes y la apropiación de los lenguajes de las vanguardias europeas. En este último aspecto, cabe señalar que esa incorporación estaba mediada por la interacción de los pintores que viajaban alentados por la necesidad de completar su formación y discutir en sus estadías europeas la interpretación de las vanguardias históricas. Entre esos artistas se encontraban sus amigos Pedro Figari, Bernabé Michelena, Carlos Castellanos y Pablo Mañé. Como ya lo habían hecho en Montevideo, Michelena y Cúneo realizaron en 1930 una exposición conjunta en la galería Zak, en la place Saint Germain-des-Près de París, donde éste presentó sus paisajes de Cagnes. La crítica fue muy favorable, y refiere a los cielos tempestuosos, los paisajes que hacen tambalear los planos, los contrastes entre gamas sombrías y violentas coloraciones, así como a las casas que titubean, mal sostenidas por árboles y postes telegráficos curvos.
Como un cierre de este ciclo, expondría, a su regreso a Montevideo, su producción de Cagnes-sur-Mer, junto a Michelena.
Como sucedía desde hacía muchos años, Cúneo compartía con Pedro Figari, en intercambios cara a cara y epistolares, la preocupación por cómo las poéticas pictóricas muy diferentes por las que habían optado interpretaban lo vernáculo y se cuidaban de lo que Figari llamaba la extranjerización. En 1914, éste, que aún no era un pintor consagrado, había asesorado como abogado en la redacción de los estatutos de la Asociación de Artistas Plásticos creada por los jóvenes artistas uruguayos formados en Europa, entre los que se encontraba Cúneo; tenía como objetivos tanto la difusión de sus obras entre el público y la crítica como el reconocimiento de la profesionalización del trabajo de los artistas en la sociedad uruguaya.
En 1974, Cúneo obtuvo el Premio Nacional Festival de Pintura de Cagnes-sur-Mer en Francia.
Texto de Mónica Farkas
Title: Caserío de Cagnes
Year: 1929
Technique: Óleo sobre tela
73 x 92 cm
Inventary Number: 2001.56
Donation: Eduardo F. Costantini, Buenos Aires
En exposición
Arte Latinoamericano siglo XX, 2003
MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Argentina
2003
La Colección Costantini en el Museo Nacional de Bellas Artes
Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina
1996
Exposition de peintures de Jose Cuneo et de sculptures de Bernabe Michelena
Galerie Zak, París
1930