Tras su paso por Italia y otros países europeos durante la década de 1910, Pablo Curatella Manes se instaló en París en 1920, donde participó en diversas muestras colectivas junto a sus colegas argentinos Emilio Pettoruti, Xul Solar y Horacio Butler, quienes se encontraban dentro de un extenso grupo de artistas latinoamericanos que residían en Europa en ese momento. En 1924 su obra El guitarrista fue admitida en el Salon d’Automne de París organizado por la Société des Artistes Indépendants. Ese mismo año presentó una exposición individual en la Galería Witcomb de Buenos Aires, donde exhibió sus últimas producciones. Las obras, realizadas en la capital francesa, mostraban cómo el artista se había apropiado de los lenguajes de las vanguardias de las primeras décadas del siglo. En su reseña de esta exhibición aparecida en la revista Martín Fierro, Alberto Prebisch ponía el acento en la indiferencia y la incapacidad del público para apreciar estas esculturas, cuyo lenguaje relacionaba con un arte comprometido con las exigencias de la modernidad. El arquitecto destacaba cómo Curatella Manes había sido capaz de buscar nuevos sentidos a las formas plásticas partiendo de la tradición clásica. En este aspecto, es posible entender a qué se refería Prebisch cuando se observa el despliegue serpentinado en el espacio de la figura del guitarrista, que le otorga un movimiento y un dinamismo particulares a la estructura cerrada y sólida de la obra.

Curatella Manes supo adaptar las premisas del cubismo para el manejo de volúmenes que terminan en planos lisos, con los cuales construye sus figuras, que surgen de la unión progresiva de las masas geométricas. Es posible citar en este punto una anécdota que aparece en el libro sobre la vida y obra del escultor que el crítico francés Maurice Raynal publicó en 1948, acerca de cómo el artista comenzó a pensar en la fragmentación de las formas, luego de un encuentro con Juan Gris en su taller parisino. Según el relato, en medio de una conversación sobre la deconstrucción de las figuras en el espacio, el pintor tomó una plancha de metal que comenzó a plegar hasta dar forma a un personaje compuesto por planos. Este episodio aparece también en algunos artículos de Germaine Derbecq, artista y esposa de Curatella Manes, en los que el metal es remplazado por un trozo de cartón. Si bien no es factible saber a ciencia cierta si la historia es verídica, el episodio es significativo, en tanto presenta un panorama del ambiente de experimentación artística que compartió el escultor durante su estadía en Europa y que, sin dudas, tuvo una influencia poderosa en su serie de obras de inspiración cubista de la cual El guitarrista es un ejemplo paradigmático.

Teniendo en cuenta este clima, es posible relacionar El guitarrista –y su serie de figuras de músicos como El acordeonista (1922, MALBA)– con otras obras del mismo tema realizadas casi contemporáneamente por artistas que también residían en París y con los que Curatella Manes seguramente tuvo contacto. Por ejemplo Arlequín con mandolina (1920, The Barnes Foundation, Filadelfia), Le Joeur de guitare (1918, Los Angeles County Museum) y Guitarrista en un sillón (1922, Tate, Londres), del artista lituano Jacques Lipchitz. Además de presentar la misma iconografía que la obra del argentino, se puede observar en las piezas de Lipchitz una similar proyección geométrica y espacial del volumen y la forma. Sin embargo, la aproximación de Curatella Manes resulta más libre en cuanto a la apropiación de los preceptos del cubismo, ya que presentan un menor grado de abstracción y un lenguaje más mesurado. Otra de las relaciones que es posible encontrar para El guitarrista con el trabajo de sus contemporáneos en París, es con algunas piezas del ruso Ossip Zadkine, como Musicienne (1919, Musée Zadkine, París), en las que se destacan similares resultados en torno a la exploración de las formas cubistas en la escultura.

Son conocidos los problemas vinculados a la datación de las obras de Pablo Curatella Manes, ya que el mismo artista tenía dudas acerca de las fechas de realización. Muchas de sus esculturas han sido fechadas según diversas circunstancias, como su primera exhibición, su aparición en alguna publicación o por la información contenida en distintas fuentes documentales. El guitarrista no escapa a esta situación, apareciendo en una considerable cantidad de bibliografía y catálogos como concluida en 1921. Este dato fue rectificado en 2001 por Patricia Artundo,(1) quien, a partir del estudio de la correspondencia entre Pablo Curatella Manes y Emilio Pettoruti, pudo determinar con exactitud el año 1924 como el de su realización.

Texto de Catalina V. Fara

 

Notas

1. Artundo, Patricia, “Pablo Curatella Manes. El guitarrista”, en AA.VV., MALBA - Colección Costantini, Buenos Aires, Américo Arte Editores, 2001.

El guitarrista, 1924

Ficha técnica

Título: El guitarrista
Año: 1924
Técnica: Bronce, patina marrón. Fundición C. Valsuani, París
36.5 × 23 × 23 cm
Nro. de inventario: 2001.59
Donación: Eduardo F. Costantini, Buenos Aires

En exposición

Bibliografía

Obras Relacionadas