Carmen Herrera pintó West en 1965, un momento que la curadora del Whitney Museum Dana Miller ha identificado como el que señala el retorno de la artista “en plena forma” a la pintura, después de varios años difíciles de tragedia familiar y del trauma de la Revolución Cubana.1 Nacida en La Habana en 1915, para esa época ya había estudiado arte y expuesto junto a los artistas más vanguardistas de la isla, antes de mudarse a Nueva York con su esposo, Jesse Lowenthal, en 1939. Durante casi cinco años, entre 1948 y 1953, vivió con Lowenthal en París, donde trabajó y exhibió con los artistas del Salon des Réalités Nouvelles. Sin embargo, aunque los ambientes artísticos de la Cuba prerrevolucionaria y el París de la posguerra moldearon inextricablemente el desarrollo de la obra de Herrera, fue en Nueva York, ciudad a la que regresó definitivamente en 1954, en donde afianzó su arte y se dedicó plenamente a él durante seis décadas, y aún continúa haciéndolo. Trabajando en su galería céntrica, donde formaba parte de un círculo de artistas que incluía a Barnett Newman y Leon Polk Smith, Herrera permaneció “escondida a plena vista”, por así decirlo, antes de su reciente “descubrimiento” por parte de mundo del arte, casi medio siglo después de la creación de West.
Este cuadro en azul cobalto y blanco es un clásico ejemplo de la obra hard edge, o de borde duro, típica de Herrera. Caracterizadas por un preciso equilibrio de color y forma geométrica, las pinturas de la artista son el resultado final de una rigurosa práctica que implica numerosos dibujos preparatorios en los cuales formas, matices y proporciones son reducidos y refinados metódicamente. West incorpora el motivo, frecuentemente repetido por la autora, del triángulo isósceles; dos de ellos están ubicados con sus bases sobre los bordes laterales de la tela. Afilándose hacia el interior, estas formas se encuentran en un punto preciso cerca del centro del cuadro, donde se unen con los vértices de los dos pentágonos azules que se extienden desde los bordes superior e inferior del lienzo. Es significativo que estas formas y colores tengan un peso equivalente, negando así una posición fija en el primer plano o el fondo. Según el historiador de arte Juan Carlos Ledezma, Herrera se ha referido a tales irresoluciones como “alternativas”, y sus composiciones permanecen cambiantes.2 Así, en el caso de West, es imposible determinar si los triángulos blancos irradian hacia afuera o empujan hacia adentro, o si los pentágonos azules empujan hacia abajo a los triángulos o se mantienen separados de ellos. No obstante, Herrera no generaba estas alternativas para lograr un efecto óptico, sino más bien como resultado de su constante búsqueda en pos de composiciones incuantificables y visualmente potentes.
Un elemento crítico, aunque a menudo pasado por alto, en obras tales como West es el marco sencillo, que está pintado del mismo blanco que los sectores triangulares. Interesada en el concepto de pintura como un objeto que se extiende más allá del plano de la superficie, Herrera prolongaba frecuentemente las formas y los colores de sus composiciones alrededor de los bordes de la tela, o incluso en el marco mismo, al que esta táctica incorpora como parte de la composición, proporcionándole a la artista un control con respecto a la presencia de la obra en el espacio arquitectónico. Esta preocupación refleja el interés de Herrera en la arquitectura, que estudió brevemente en la Universidad de La Habana. Considerada como su “primer amor”, la formación arquitectónica de Herrera está en la base de su enfoque del espacio pictórico, como se evidencia en sus vectores y ángulos trazados con gran precisión.3
En el mismo año que West, la artista creó una pieza con título opuesto, East. Aunque no se trata de un verdadero díptico, estas dos obras forman un par relacionado. Si bien levemente menor que su contraparte, East tiene una composición similar en términos de sus formas y proporciones; no obstante, el tono azul es sustituido en ella por el naranja. Si se los considera juntos, los cuadros parecen evocar el horizonte al alba y al anochecer: East se vincula al amanecer y la salida del sol, en tanto que West señala la puesta del sol y el paso a la profunda oscuridad que la acompaña. Estas asociaciones se ven reforzadas por la posición de los triángulos blancos, que parecen crear una línea del horizonte. Aunque, aparentemente, los triángulos se encuentran en el centro de las telas, en realidad están ubicados ligeramente por encima de la línea central, sugiriendo tal vez una división entre el mar o la tierra y el cielo. De hecho, es necesario insistir en este “tal vez”, puesto que, sin la influencia del título de cada cuadro, tales interpretaciones serían indescifrables. El enfoque que Herrera hace de los títulos de sus obras merece la pena ser considerado, ya que, mientras que muchas de sus piezas simplemente carecen de ellos o adhieren a descripciones lógicas (si no menos convincentes), como Red Star o Blanco y negro, otras tienen nombres de un carácter más evocador, en una combinación de inglés, español y francés. Tal el caso de West e East, cuya referencia al horizonte quizás aluda al lugar de nacimiento de Herrera, así como a sus viajes de un lado para otro del Atlántico, a la búsqueda de una voz propia en diferentes ambientes artísticos.
Texto de Susanna Temkin
Notas
1. Miller, Dana, “Carmen Herrera: Sometimes I Win”, en Carmen Herrera: Lines of Site (cat. exp.), New York, Whitney Museum, 2016, p. 27.
2. Ledezma, Juan Carlos, The Forms of Silence: Carmen Herrera Abstract Works, 1948-1987 (folleto de exposición), Miami Art Central, 2005.
3. “Interview: Carmen Herrera in Conversation with Hans Ulrich Obrist, September 2010”, en Carmen Herrera: Works on Paper 1948–1992 (cat. exp.), Lisson Gallery, 2015, p. 42.
Título: West
Año: 1965
Técnica: Acrílico sobre tela
54,5 x 57 cm
Nro. de inventario: 2017.18
Donación: Donación particular, 2017
En exposición