Este gouache sobre papel, realizado por José Clemente Orozco, uno de los tres grandes del muralismo mexicano, durante su segunda estancia en Nueva York (1927-1934), es parte de su serie de obras sobre la Revolución.

En sus inicios, Orozco fue esencialmente dibujante, caricaturista político de sátira social en periódicos opositores, influenciado por José Guadalupe Posada. Fue uno de los pocos artistas que vivió el conflicto revolucionario, conocía bien sus elementos y símbolos y descreía de los valores morales de sus líderes, y es por esto que su visión de la guerra fue más cruda. Hacia 1917 viajó a los Estados Unidos, y a su regreso a la Ciudad de México, en 1919, continuó realizando caricaturas, óleos, litografías y dibujos con el tema de la Revolución, y en 1922 se unió al movimiento muralista. Si bien luego su obra fue reconocida por su expresionismo trágico, goyesco, de grandes diagonales y colores vibrantes, durante el tiempo que estuvo en los Estados Unidos, aunque retomó el tema revolucionario, comenzó también una producción más alegórica, interesándose por los valores universales y la condición humana.

Orozco inició temprano esta temática sobre la Revolución y sus soldados, con algunas acuarelas y tintas, y la desarrolló en su fresco Revolucionarios y en La Trinchera, ambos de 1926, en la Escuela Nacional Preparatoria, y luego con bocetos, gouaches y óleos como Barricade, 1931, y Zapatistas (de la colección del MoMA, Nueva York), o el mural al fresco y los bocetos comenzados, al igual que esta obra, en 1930, para The Epic of American Civilization, 1932-1934, que incluyó un soldado zapatista para Hispano-América, en el Darmouth College. Todos ellos forman parte de esta gran serie que llegaría a una culminación en el gran fresco La Katharsis, 1934, en el Palacio de Bellas Artes de México. Sin embargo, más tarde el artista no abandonó por completo el tema, ya que obras como el fresco Acordadas, de la Biblioteca de Jiquilpan, 1940, lo continúan, con similar composición y color que Mexican Soldiers.

Este gouache, de factura ágil por su técnica, trasmite una sensación de calma, ya que no tiene grandes diagonales ni pinceladas expresivas; predomina una paleta de colores cálidos, rojizos y rosáceos, en complementación con azules y verdes secos, en menor cantidad. Muestra a dos soldados, uno del norte y otro del sur, en una actitud que no deja traslucir a ciencia cierta si están conversando o midiéndose. En segundo plano, incomoda un gran trapo negro tirado en el piso, y, tras la escena, yace un soldado muerto, todos símbolos de la Revolución, con los que, como ya señalamos, Orozco estaba familiarizado.

Esta obra perteneció a la periodista y arqueóloga norteamericana Alma Reed (1889-1966) –que había estado en México para escribir unas “informaciones sobre arqueología para el New York Times”,1 y era apodada allí “la Peregrina”, por la famosa canción que le dedicó Felipe Carrillo Puerto–, a quien Orozco conoció en su estancia en Nueva York, desde 1927, a través de Anita Brenner.

Reed fue su gran promotora en los Estados Unidos y publicó la primera biografía del pintor en 1932 (Delphic Studios, New York), aparecida en español en 1955 (Fondo de Cultura Económica, México).

Orozco recuerda bien esta época en su Autobiografía:

Cuando la conocí, ella y la señora Sikelianós [Eva Palmer, la mujer del poeta griego Angelo Sikelianós] habitaban una amplia casa en la parte baja de la Quinta Avenida [12, 5th Ave., Greenwich Village] […] El salón de la señora Sikelianós, literario-revolucionario, era concurridísimo.2

Allí fundaron la Delphic Society; “la señora Sikelianós, Reed y Naidu [una millonaria hindú colaboradora de Gandhi]3 se habían interesado grandemente en mis cuadros y dibujos de la revolución y éstos fueron exhibidos a lo largo de las paredes de la sala [en septiembre de 1928]”. El éxito de esta exposición le valió otra en la Marie Sterner Gallery, sobre su serie Mexico in Revolution, que inauguró el 10 de octubre de 1928. Sin prever la gravedad del problema económico, Alma Reed abrió en octubre de 1929 los Delphic Studios, y nadie podía creer cómo en medio de la crisis conseguían sobrevivir. Pero un par de años más tarde Alfred Barr, director del MoMA, visitaba el espacio de la 9, 57th East, interesado en adquirir obra.

En febrero de 1930, Orozco exhibió esta pieza junto con otros óleos y gouaches en Delphic Studios, y ese mismo año Alma Reed consiguió que el Pomona College de Los Ángeles le encargara un mural, que tituló Prometeo encadenado; al año siguiente, pintó otro para la New School for Social Research, en Manhattan, y, en 1932, uno para el Dartmouth College de New Hampshire.

Texto de Victoria Giraudo

 

Notas

1. Orozco, José Clemente, en Autobiografía, México, Ediciones de Occidente, 1945, p. 121.

2. Ibid., p. 122.

3. Orozco recordaba: “La señora Naidu sentía especial simpatía por los infelices peones mexicanos, en armas contra la injusticia, y los creía en condiciones semejantes a los millones y millones de ‘intocables’ de su país; pero se le explicó que el más miserable de los campesinos mexicanos era inmensamente feliz comparado con aquellos seres de la India, cuya condición es inferior a la del más inmundo de los animales, privados en lo absoluto de derechos humanos, civiles o políticos; privados del derecho de trabajar, de instruirse, de moverse, de hablar, de quejarse; obligados a quemar viva a la viuda sobre el cadáver del esposo; víctimas de espantosas enfermedades, hambrientos, sin ayuda de nadie, sumidos en podredumbre y sin más esperanza que la muerte. Su estado es tal que las gentes con ‘casta’ no los pueden tocar siquiera. Son ‘intocables’”. Ibid., p. 125.

 

Soldados Mexicanos, 1930

Ficha técnica

Título: Soldados Mexicanos
Año: 1930
Técnica: Gouache sobre papel
73,8 x 53,4 cm
Nro. de inventario:
Colección Eduardo F. Costantini, Buenos Aires. En comodato.

En exposición