En 1961 Julio Le Parc participó en la II Bienal de París, junto a los demás integrantes del Groupe de Recherche d’Art Visuel (GRAV).1 Si bien este encuentro –que estaba orientado a promover las nuevas prácticas artísticas– les permitió mostrar las producciones con las que cuestionaban la concepción tradicional de obra de arte, después de su intervención el GRAV afirmó: “Desde su segundo año de existencia, la Bienal de París está ya encerrada en una fórmula comparable a aquella de los salones anodinos (Salon d’Automne, Salon de Mai, Comparaisons, Réalités Nouvelles)”.2 Por lo tanto, el grupo se propuso lograr que el fenómeno artístico se revitalizara saliendo de los circuitos tradicionales, que eludiera la creación individual y que se apoyara en las nuevas corrientes de pensamiento y métodos de trabajo.
A pesar de haber expresado esta dura crítica a la II Bienal, dos años más tarde fueron invitados a la III Bienal y, con la intención de liberar al público de las inhibiciones y suprimir la categoría de obra de arte, prepararon un espacio que exigía ser recorrido por el espectador, al que llamaron Primer laberinto. Para este encuentro escribieron un segundo texto sobre la mitificación del arte, en el que proclamaban la necesidad de romper el círculo vicioso en que se hallaba la relación artista/obra/público. Sostenían que el laberinto era una experiencia deliberada para eliminar la distancia entre el espectador y la obra, porque intentaban que el público se sintiera involucrado en una situación provocada por él mismo y que, a su vez, buscara interactuar con otros espectadores. Por todo esto, el escrito finalizó afirmando enfáticamente:
Queremos desarrollar en el espectador una fuerte capacidad de percepción y acción. Un espectador consciente de su poder de acción y fatigado de tanto abuso y mitificaciones, podrá realizar él mismo la verdadera “revolución del arte”. Pondrá en práctica las consignas: Prohibido no participar. Prohibido no tocar. Prohibido no romper.3
Desde estos trabajos, entonces, el rol del espectador fue central en su poética. La intervención del público podía ser generada a través de la manipulación de elementos o mecanismos, mediante efectos logrados por sorpresa, al interponer obstáculos o por medio de un estímulo lumínico. Sept mouvements suprise es una creación que corresponde al momento en el cual el artista comenzó a incorporar micromotores que permitían activar mecanismos, y fue concebida por Le Parc dentro del carácter de “elementos para ensayar”. En este caso, el conjunto consta de siete áreas y un comando colocado sobre un pie rebatible, que hace posible generar situaciones inesperadas sobre tramas y formas suspendidas, así como en las bandas circulares sostenidas por un eje. Si bien los pulsadores imprimen movimiento a los diferentes elementos, se trata de experiencias en las que no basta con pulsar un botón, sino que, al estar agrupadas, el espectador puede combinar una o más situaciones que producen ruidos insospechados o una dinámica que genera un fuerte contraste entre las zonas activadas y las estáticas.
A partir de la posibilidad de proporcionar un disparador para captar la participación, Le Parc trabajó diferentes temas (tramas, piezas móviles, etc.), y desde 1964 incorporó pequeños motores, tanto en las obras que formaron parte de las salas de juego presentadas por el GRAV como en sus exposiciones individuales. Entre las variantes creadas en diferentes momentos, es importante dejar constancia de que esta pieza fue fechada en 1966 al ingresar al patrimonio de Malba, a pesar de que lleva una etiqueta firmada por el artista que señala el año 1965 como fecha de creación.
Finalmente, para Le Parc fue central no solo eliminar la actitud contemplativa y lograr la intervención sobre la obra, sino también que el visitante, por sí mismo, pudiera descubrir el funcionamiento de la propuesta. Los estudios acerca de la participación en el arte consideran que, al activar una obra, el espectador deviene un “participante activo” que completa sus sentidos; en consecuencia, al observar este tipo de proposiciones orientadas hacia la obra “abierta”, Frank Popper diferenció el grado de apertura, y situó a las piezas como Sept mouvements suprise entre los casos de apertura de segundo grado, porque el visitante puede transformarse, a su vez, en sujeto de observación para otros espectadores.4
Texto de María Cristina Rossi
Notas
1. Formado por Le Parc, Francisco Sobrino, Horacio García Rossi, François Morellet, Joël Stein y Jean-Pierre Yvaral.
2. Cf. GRAV, “Basta de mitificaciones”, Paris, septiembre de 1961.
3. Cf. GRAV, “La III Bienal de París está abierta”, Paris, octubre de 1963.
4. Cf. Popper, Frank, “Julio Le Parc”, en Luz, espacio, movimiento. Obras de Julio Le Parc (cat. exp), México D.F., Instituto Nacional de Bellas Artes, Galerías del Palacio de Bellas Artes, 1968.
Título: Sept mouvements surprises
Año: 1966
Técnica: Acero inoxidable, aluminio, madera, cuerdas de nylon, papel, acrílico, pintura acrílica y motores a 220v en caja de madera esmaltada
220 × 123.5 × 101 cm
Nro. de inventario: 2001.112
Donación: Eduardo F. Costantini, 2001
Fuera de exposición