Nacido en 1937 en Río de Janeiro, Hélio Oiticica se inició en el taller de Ivan Serpa (1932-2011) en 1954. Ese mismo año comenzó a participar en el grupo Frente, que lideraba Serpa y que integraban también Lygia Clark (1920-1988), Lygia Pape (1938-2004), Aluísio Carvão (1918-2001) y Décio Vieira (1922-1988). Los estilos del grupo son variados, y Hélio ya desde un comienzo presentó obras de abstracción geométrica. En abril de 1956 fue uno de los artistas incluidos en la Exposiçāo Nacional de Arte Concreta, y un año después empezó una serie de gouaches conocidas como Sêcos, que en 1972 –cuando ya se encontraba en Nueva York– bautizó como Metaesquemas al exponerlas por primera vez, el 30 de octubre de 1972, en la galería Ralph Camargo de San Pablo. La serie de Metaesquemas, que consta de aproximadamente 350 piezas, es el trabajo inmediatamente anterior a su incorporación al grupo neoconcreto, cuyo manifiesto escribió Ferreira Gullar (y que Oiticica no firmó), y al que se sumó en la segunda exhibición del grupo, en 1960. Después de intervenir activamente en el campo artístico brasileño durante los años 60, Hélio viajó a Londres en 1969, para una muestra individual en la Whitechapel Gallery. Al año siguiente, al haber obtenido una beca Guggenheim, se radicó en Nueva York, donde vivió hasta 1978, cuando volvió a Río de Janeiro. Falleció en esta ciudad el 23 de marzo de 1980.
En los Metaesquemas, Oiticica trabaja con el plano y la composición investigando las leyes de la Gestalt, mediante las cuales los concretistas reflexionaban sobre las relaciones entre percepción y esquemas mentales. Los Metaesquemas consisten, por lo general, en varios cuadrángulos dispuestos en el espacio, a veces como figuras y otras como fondo. Las figuras están ligeramente inclinadas, distorsionando los ángulos de 90 grados o realizando aperturas mínimas. Son todas de un solo color (negro, azul, verde o rojo) sobre un fondo blanco; pueden estar rellenas o poseer solamente las líneas del contorno. Por ser monocromos, los Metaesquemas anulan las relaciones entre los colores: los rectángulos no se vinculan entre sí por contraste, sino que, al tener el mismo color, se perciben más en su relación con el fondo (de hecho, el artista habla de “color anulado”).1 Esta homogeneidad cromática hace que las figuras parezcan despegarse del fondo, y la leve distorsión a la que son sometidas las formas regulares genera una sensación de dinamismo. Oiticica también habló de un “efecto espejo”, que se relaciona con que las figuras suelen repetirse formando a menudo estructuras duales que se reflejan entre sí. La relación entre figura y fondo, según las leyes de la Gestalt, es la que predomina en la serie, aunque también trabaja con las leyes de totalidad, cierre, compleción, proximidad y estructura. La retícula (la forma por excelencia del arte moderno, según Rosalind Krauss) funciona en estas obras como un esquema perceptivo básico. Mediante una serie de procedimientos (principalmente, la inclinación de los cuadrángulos), Oiticica evoca la retícula como base.
El título de la serie puede tener un sentido kantiano (el esquema como relación entre la categoría y el dato sensible) o hacer simplemente referencia a la acepción de la palabra esquema como figura. Al anteponer el prefijo meta-, que significa, en griego, “más allá” o “fundamento”, es como si el artista estuviese investigando los modos en los que esa percepción se construye. Los Metaesquemas, antes que una comprobación de las leyes de la Gestalt, serían variaciones sobre su génesis.
Aunque la serie fue realizada en la década del 50, Oiticica la bautizó con el nombre de Metaesquemas en los años 70, cuando fue presentada en la galería Ralph Camargo de San Pablo. Con motivo de esta exposición, el artista escribió un texto en el que reinterpretó sus Metaesquemas como una “obsesiva disección del espacio” que lo lleva a una “paradoja”: “En los límites del fin de la representación, la exaltación de lo visual se convierte en residuo de lo visual y sugiere incursión sensorial”. Como es habitual en sus textos estéticos, Oiticica pone sus diferentes etapas como mojones de una evolución de la pintura al arte de la performance y el espacio.
Los Metaesquemas configuran uno de los momentos más modernistas de Oiticica, de mayor diálogo con la tradición moderna (sobre todo Mondrian) y hasta de un despojamiento todavía mayor, en la medida en que, concentrado en la figura sensible, anula el color. Es este despojo el que más llama la atención en la serie: como si la disección necesitara de una simplificación, pero también de una paciencia y una calma que, de un modo intenso, se trasladan a las composiciones. Como si Oiticica accediera al dinamismo y a la vibración con los mínimos elementos y con la sosegada concentración de un artista sabio.
Texto de Gonzalo Aguilar
Notas
1. Todas las citas de Hélio Oiticica fueron tomadas de su texto “Metaesquemas 57/58”, fechado en 1972 e incluido en AA.VV., Hélio Oiticica, Barcelona, Fundació Antoni Tàpies, 1992, p. 27.
Título: Metaesquema
Año: 1958
Técnica: Gouache sobre cartón
39,8 x 57,3 cm
Nro. de inventario: 2001.124
Donación: Eduardo F. Costantini, 2001
En exposición