Concebidas a modo de díptico gráfico, Juan Antonio Ballester Peña representó en las xilografías Mujer de campo y Hombre de campo a dos trabajadores agrarios en un alto en sus tareas, ensimismados en medio de la quietud del paisaje rural. Ambas imágenes no solo se relacionan por el tema, la técnica y el título que las vincula, sino también a través de su composición: por la posición espejada de los cuerpos, por las líneas de fuerza contrapuestas de los troncos de árboles en el fondo, por la distribución de las texturas blancas sobre los planos negros característicos de la técnica xilográfica.

Las figuras están resueltas desde un registro modernista, a partir de la resolución cilíndrica de brazos, manos, torsos y piernas, en clave cézanniana. La síntesis gráfica también se extiende a la representación del paisaje, con follajes de árboles resueltos a partir de una textura que se articula con la modulación de las zonas de luces en las vestimentas de los personajes.

Uno de los principales tópicos de la tradición del grabado social en la Argentina fue el de los trabajadores; aunque la imagen del obrero urbano fue la predominante dentro de este lineamiento, también fue recurrente la figura del trabajador rural. Contemporáneas a estas obras de Ballester Peña, pueden mencionarse a las campesinas y campesinos de Abraham Vigo o de Carlos Giambiagi –este último, su compañero de emprendimientos artísticos dentro de las filas del anarquismo–; pocos años después, esos mismos personajes en las obras de Pompeyo Audivert o Víctor Rebuffo. Mientras que en las xilografías y aguafuertes de esos artistas el trabajador urbano estuvo encarnado mayoritariamente en figuras masculinas, sus pares rurales fueron corporizados tanto por hombres como por mujeres, empuñando sus herramientas de trabajo o cargando la cosecha. En este sentido, estas obras de Ballester Peña se inscriben dentro de esta tradición iconográfica. Los cuerpos de estos campesinos son portadores de una carga existencial que denuncia la dureza de la vida rural; mientras que la mirada del Hombre de campo se adivina atenta y proyectada hacia un punto incierto en el paisaje, la actitud de la Mujer de campo resulta más reconcentrada, como resignada, casi abatida. 

Mujer de campo fue reproducida en la portada del Suplemento Quincenal de La Protesta del 19 de julio de 1928 (Buenos Aires, año VII, n.  288), edición que incluyó los artículos “Apostilla polémica en torno a la anarquía y el fascismo” de Diego Abad de Santillán, “El capitalismo moderno. Teoría y táctica. Intereses e ideales” de Luis Fabbri, “Los anarquistas y los socialistas. Afinidades y contrastes” de Enrico Malatesta o “Miguel Bakunin desde sus comienzos hasta 1864” de Max Nettlau, entre otros. Frente a la preeminencia de la palabra escrita, en las páginas interiores de ese número de la publicación se reprodujeron tres obras de otros autores; las imágenes aluden al trabajo urbano fabril, y una de ellas tematiza el malestar de la vida urbana a través de una cita al Sin pan y sin trabajo de Ernesto de la Cárcova. Frente a la acotada presencia de la imagen en el suplemento de La Protesta, cobra mayor relevancia la inscripción de Mujer de campo ocupando la portada. Sin embargo, al igual que las otras imágenes de esa edición ya mencionadas, la xilografía fue reproducida sin referencias de autoría o datos de la obra.

Ballester Peña fue un asiduo colaborador en esta publicación anarquista: sus dibujos y grabados aparecieron en sus tapas y páginas interiores; sin embargo, mientras que en sus imágenes allí reproducidas primaban los personajes urbanos –trabajadores de fábricas o del puerto– fueron escasas sus referencias al ámbito rural. Una excepción en este sentido es su Idilio campero, reproducido bajo su seudónimo Ret Sellawaj en el Suplemento Semanal de La Protesta (28 de julio de 1924, p. 4), donde representó una pareja de jóvenes campesinos que, en clave romántica y con delicada resolución gráfica, se abraza en medio de un paisaje bucólico.

Si en la obra de Ballester Peña la temática rural fue excepcional, “el problema de la tierra” resultó un aspecto de interés para el grupo editor de La Protesta. Así, en el cuestionario para el Certamen Internacional convocado en ocasión del trigésimo aniversario de la publicación se abordaba “la cuestión campesina” como uno de los aspectos a considerar dentro de la doctrina anarquista en sus relaciones con la cuestión obrera. Allí se sostenía que “si el obrero de la ciudad ignora que su vida depende de lo que produce la tierra, que el trabajo que realiza es superfluo y nocivo en sus dos terceras partes […] el campesino en cambio, más identificado consigo mismo y con la naturaleza, conoce el valor real de su labor y saber utilizarla más racionalmente”.1 A la vez, se planteaba que la solución al problema social de la tierra “representa el fin de todo el sistema político y económico edificado sobre la esclavitud del trabajo y la sumisión de los trabajadores”.2

Es posible entonces pensar estas obras de Ballester Peña en su relación con este texto de posicionamiento doctrinario editado por la publicación anarquista. Así, puede considerarse que estas imágenes del hombre y la mujer de campo remiten, desde su actitud pasiva y reconcentrada, a una lectura sobre la sumisión del trabajador rural, en contraste con la representación de otros sujetos en actitud combativa de algunas de las xilografías de Ballester Peña de ese momento, como el protagonista de Protesta también en la colección Malba.

Texto de Silvia Dolinko

 

Notas

1. “El problema de la tierra”, en Certamen Internacional de La Protesta. En ocasión del 30 aniversario de su fundación: 1887-13 de junio-1927, Buenos Aires, Editorial La Protesta, 1927, p. 102.

2. Ibid., p. 108.

Hombre de campo, 1928

Ficha técnica

Título: Hombre de campo
Año: 1928
Técnica: Xilografía sobre papel
21 × 19.5 cm
Nro. de inventario: 2003.44
Donación: Arquitecto Juan Ballester Peña, Buenos Aires, 2003

Fuera de exposición