Un hombre joven, desnudo y atlético, sobre un fondo negro sin otras referencias. El brillo del sudor sobre la piel denuncia una intensa actividad física, al igual que el pelo húmedo y alborotado y los músculos trabados del hombro, el trapecio y el brazo. La composición se anuda en el cuello tensado por el giro de la cabeza sobre el hombro derecho, que habilita el retrato de tres cuartos y a la vez parece completar un movimiento ¿de danza?
Aunque la fecha de realización de esta imagen (1933) es tentativa y podría también correrse un par de años hacia adelante, sabemos que corresponde a una fase temprana de la carrera de Annemarie Heinrich, cuando el éxito de su primer estudio céntrico –el pequeño taller-dormitorio de la calle Paraguay– le permitió establecerse en el local más amplio de Córdoba 728, donde funcionaría entre 1933 y 1938 y en el que se hizo esta toma. Inmediatamente después, en 1934, Annemarie comenzó a retratar a los bailarines del cuerpo estable del Teatro Colón, y al año siguiente inició su trabajo sistemático para las tapas de Radiolandia, que terminaría de abrirle –junto a los encargos de retratos de actores y otras fotografías promocionales para Argentina Sono Film– las puertas del mundo del espectáculo.
Al igual que el nombre del retratado y las circunstancias exactas de la toma o el encargo, ignoramos en cuál de esos contextos de trabajo podría inscribirse esta fotografía. El modelo bien podría ser un bailarín, aunque su rostro –ausente en otras imágenes de Heinrich– no parece corresponderse con el de ningún integrante de esa época del cuerpo estable del Colón, enriquecido en esos años por figuras del ballet ruso como Boris Romanoff, Michel Borowski (el hombre que golpea el gong en la presentación de las películas Lumiton) y Serge Lifar, entre otros. Por otra parte, un retrato casi contemporáneo de Annemarie mostraba, en una composición similar –pecho y hombros desnudos, cara lavada, pelo mojado–, al mexicano Ramón Novarro, estrella de cine mudo y sex symbol que, devenido cantante, visitó la Argentina en 1934. Varias fotografías de este y otros modelos masculinos semidesnudos tomadas por George Hurrell, maestro del glamour hollywoodense, son ilustrativas de la influencia decisiva que el trabajo del norteamericano, difundido aquí en Cine Mundial y otras revistas, tendría en la estética de Heinrich, como la tendrían, también, los locales Siwul Wilenski, Nicolás Schönfeld y Melitta Lang, en cuyos estudios trabajó como aprendiza desde fines de los años 20. Unos y otros compartían el interés por el claroscuro y la sensualidad en el tratamiento de las superficies que, en este ejemplo temprano, revelan ya la maduración de un estilo que se volvería característico de su autora.
Aparte de esas consideraciones, otro aspecto a destacar de esta imagen es su doble inscripción en los géneros que más visitaría la obra de Annemarie en las siguientes seis décadas. Nos referimos al retrato y el desnudo, dos tópicos tan recurrentes en su obra como caros a la articulación entre imagen y deseo que ha sido estructural a la historia del dispositivo fotográfico; deseo que, en la lente de Heinrich, comenzaría a plasmarse inmediatamente después –de 1936 a 1938 datan sus primeros desnudos–, aunque su mirada, como es sabido, se inclinaría decididamente hacia el cuerpo femenino. En ese sentido, el que este (semi)desnudo temprano sea el primero de una serie más bien exigua, pero continua, de trabajos en torno a las posibilidades plásticas y eróticas del cuerpo masculino –exploradas años más tarde en la sensualidad danzante de Vanoye Aikens o en la anatomía adolescente de su hijo Ricardo, pero también en el Fauno de 19381– otorga a esta pieza un valor singular.
Cabe, por último, una observación a propósito de la dimensión material de esta imagen, sus vías de circulación y su realidad patrimonial. La investigación correlativa a su ingreso a la colección de MALBA reveló que esta copia –la única conocida de una fotografía cuyo negativo se ha perdido– es en realidad la página de uno de los cuadernos espiralados de muestras que Annemarie confeccionaba para exhibir ante sus clientes. La rara textura mate y la perforación sobre el margen derecho, oculta por el encamisado, otorgan a esta copia única una dimensión material que la diferencia de otras imágenes de Heinrich, incluyendo las de esta colección. Pero además, el reverso de la copia reveló otra imagen impresa: la del bailarín ucraniano Serge Lifar, caracterizado como su personaje del ballet El espectro de la rosa, de Michel Fokin, que bailó en el Colón junto a María Ruanova en ese mismo año de 1934.
Desarmado el cuaderno, el vínculo entre ambas imágenes se nos escapa inevitablemente: sabemos que Annemarie las editaba de modo tal que las más compatibles –a su criterio– por tema o estética quedaran siempre enfrentadas al abrir el álbum. Pero la persistencia de la imagen en la memoria y las múltiples asociaciones posibles entre una fotografía y otra habilitan, de todos modos, pensar un lazo posible entre anverso y reverso: un elástico Lifar vestido de flores y en pose de baile enfatiza, así, lo que al otro lado de la hoja sugieren un cuerpo joven, una actividad física intensa, una masculinidad ofrecida al deseo del que mira.
Texto de Diego Fernando Guerra
Notas
1. Nos referimos a Vanoye Aikens y Joven solarizado, ambas de 1954 y, al igual que Fauno, pertenecientes a la Colección Heinrich-Sanguinetti, Buenos Aires.
Title: Sin título
Year: 1933
Technique: Copia a la gelatina de plata sobre papel
18 x 24 cm
Inventary Number: 2015.06
Donation: Ricardo y Alicia Sanguinetti en honor a Agustín Pérez Rubio, 2015.
Fuera de exposición