00José Cúneo trabajaba en series. En este sentido, sus lunas conforman un conjunto muy amplio y representativo de esa modalidad que le permitió profundizar y poner en tensión la relación entre procedimiento y asunto. A partir de 1930, a su regreso de Europa, se radicó en el interior del Uruguay, en la ciudad de Florida, donde comenzó a pintar las series de ranchos, lunas y acuarelas del campo uruguayo. El catálogo de la primera exposición de esa serie estuvo prologado por un texto de Julio Herrera y Reissig, lo que llevó a José Argul a señalar que Cúneo había tomado de allí el motivo de la luna: la luna desposada del sueño, la grave luna que amplía las cosas, según el poeta. Pero, alejado de toda pretensión naturalista, el artista se centró en el hecho pictórico y la complejidad de una búsqueda que lo apasionaba: develar la creación de ese nuevo lenguaje que había propuesto Paul Cézanne.
Aquí la luna se vuelve protagonista mágica, misteriosa y sobrenatural de un cielo amenazante con un espeso marco de nubes que, a su vez, determina el carácter dramático del paisaje en el que la enramada que cobija a los caballos parece quedar subordinada a un segundo plano, gracias a que el asunto se vuelve una excusa para convertir a los cielos en materia y, sobre todo, en un hecho plástico.
Los contrastes que estaban ya presentes en sus obras de Cagnes-sur-Mer fueron asumidos con plena convicción reflexiva en esta nueva iconografía: la parte más luminosa de la luna está siempre al lado de un punto tanto o más oscuro que otra parte del cuadro. A esto se suma un contraste en el orden del sentido, de la arbitrariedad de la paleta de colores, del movimiento con el que las diagonales y las curvas, como un ojo de buey, desafían la recuperación de la bidimensionalidad de la tela que enarbolaba la pintura moderna.
Los manuscritos y la correspondencia que forman parte del Fondo José Cúneo Perinetti del Archivo General de la Nación del Uruguay evidencian el conocimiento que el pintor tenía de los artistas y críticos de la región, y manifiestan una lectura latinoamericana del discurso de las vanguardias europeas con cuyos protagonistas y obras había estado en contacto gracias a los viajes y a las becas de estudio. Pero la ruta final de sus estudios era para Cúneo el Uruguay, y quería que su pintura empleara todos los elementos originales que tenía su país: los cielos y las lunas del campo uruguayo parecían ofrecer las condiciones para esa experimentación. Él mismo decía que había hecho muchas cosas en el período 1930-1952, pero que siempre había seguido pintando alguna luna. Incluso las lunas continuarían apareciendo en su producción hasta 1955-1956.
En el catálogo de la exposición retrospectiva realizada en 1966 en el Salón Municipal de Exposiciones de Montevideo aparecen en el listado dos obras con el nombre Luna y enramada: la analizada aquí, en ese momento todavía parte de la colección de Adalberto Fontana, y otra, de un tamaño menor (99 x 72 cm), perteneciente a la colección del arquitecto Luis García Pardo. En 2013, con el nombre Luna de la enramada, salió a la venta, en la sección Pintura Nacional del catálogo de remate de la casa Castells de Montevideo, un grabado sobre papel de 60 x 45 cm.
Las lunas de Cúneo, como toda su obra, tuvieron una muy buena recepción por parte de la crítica y, simultáneamente, generaron polémicas en las que se llegó a decir con cierto sarcasmo culto que la descreditada luna de los viejos poetas le había servido al “pintor vanguardista” para sus últimas experiencias artísticas.
Igualmente, los nombres de las diversas exposiciones que corresponden a este período evidencian que existía un consenso sobre el hecho de que la obra de Cúneo y otros artistas uruguayos formaba parte de una renovación en el campo artístico de ese país.
Las grandes diferencias que mantenía con su amigo Pedro Figari respecto de la concepción sobre el arte no impidieron que éste le expresara que solo los combativos como Cúneo podían aspirar a los grandes triunfos.1
Texto de Mónica Farkas
Notas
1. La serie de las lunas de Cúneo es considerada tan representativa de la pintura uruguaya que fue elegida para la producción de Televisión Nacional de Uruguay llamada Los Artistonautas (2015), realizada por Chucho Animación con el apoyo del Museo Nacional de Artes Visuales, y que consta de nueve capítulos, cada uno de ellos dedicado a indagar en una obra específica dentro del repertorio de un pintor o pintora uruguayos. Junto a Cúneo, los elegidos fueron Rafael Barradas, Joaquín Torres García, Juan Manuel Blanes, Carlos F. Sáez, Pedro Figari, Carmelo de Arzadun, Espínola Gómez y Petrona Viera.
Title: Luna y enramada
Year: 1940
Technique: Óleo sobre tela
145,4 x 97,5 cm
Inventary Number: 2001.58
Donation: Eduardo F. Costantini, Buenos Aires
Fuera de exposición