El recurso del dibujo, la representación del paisaje, la alteración de lo naturalista a través de operaciones formales (líneas, trazos, composición de planos, etc.) y, por último, la proximidad a una acción son características que definen la obra artística del argentino Matías Duville. Lo fantástico, como (pos) apocalíptico y destrucción por parte de una fuerza extrahumana sobre la civilización, o bien con un carácter lúdico de energía arrolladora, es un tópico recurrente a lo largo de su producción. A partir del dibujo configura pequeñas escenas localizadas en paisajes o al aire libre sobre diversos soportes como papel, hojas plásticas de álbumes fotográficos, alfombra, aglomerado, seda, polietileno, etc. Duville fricciona los materiales utilizados (carbonilla, crayón, tinta de bolígrafo, acrílico, fuego) sobre la superficie mediante la extenuación en su aplicación para que sean parte inseparable de las narraciones representadas. Así, por medio de la manipulación del soporte, el material se integra al relato y configura una nueva topografía donde asunto y procedimientos se tornan indisolubles. Su producción, de raíz figurativa, muestra a su vez infinidad de detalles anómalos que confieren a las piezas un clima de extrañeza y de cercanía ocular a una acción en desarrollo, por suceder o que ya aconteció.
Impostor (2006), acrílico sobre tres placas de conglomerado de terciado intervenidas de 243,5 x 122,2 x 1,5 cm cada una, se inscribe en este largo proceso de investigación. Una pequeña comunidad de construcciones con techos a dos aguas observada desde un punto de vista alto se agrupa en una extensión que bien podría ser un valle de una región montañosa. Casas, galpones, vías, vagones, pinos, lagos, canoas pintadas con acrílico sobre placas de aglomerado evidencian las huellas del procedimiento extenuante sobre el soporte. Ninguno de estos elementos está representado con relación a un punto perspectivo unificado, sino que un plano levemente rebatido los aloja y se muestran desde diversos puntos de vista. Un todo de apariencia naturalista pareciera albergar el procedimiento del artista. La energía arrolladora de la naturaleza se inscribe también en el soporte: las marcas del astillamiento y la superficie rugosa del conglomerado integran una escena en ebullición, un fragmento del paisaje que ha sido arrojado para su representación.
Durante el transcurso de su asistencia a la Beca Kuitca, usina de intercambios intelectuales y formativos, Duville construyó una pequeña cabaña en la terraza del edificio. Utilizó placas de aglomerado para fabricarla. Esta construcción funcionó como estudio, como taller de artista y como lugar de reunión, de discusión y de socialización con otros colegas en esta etapa de formación. Constituyó, asimismo, el marco físico y conceptual desde donde desarrolló el proyecto Studio, en el que las paredes comenzaron a hacer las veces de superficie para bocetos, anotaciones y soporte de representaciones pictóricas. Este proceso de investigación se prolongó durante años y en paralelo a otras series, como es una constante en su producción. Una escena perdida, muestra en la galería Alberto Sendrós en 2008, fue la ocasión en que el artista exhibió por primera vez una selección cohesionada de estas piezas, en donde buscaba que no hubiera gravedad ni en la pintura ni en el soporte. Las operaciones artísticas responden al mismo patrón: intervenir el soporte con dibujo y pinceladas de acrílico para luego martillar directamente sobre la pintura terminada y pegar las astillas arrancadas. En algunas de las escenas, los martillazos se camuflan con la composición. Algunas de estas obras verifican la escena representada mientras tiene lugar; otras veces, ésta es tácita y puede ser reconstruida por las huellas que dejó. Los abismos, los cráteres, las escenas al aire libre señalan otra característica donde se insertan: las tramas signadas por la influencia de la cultura audiovisual contemporánea.
Al finalizar la Escuela Superior de Artes Visuales Martín Malharro en Mar del Plata, en 1998, Duville recibió, en años consecutivos, las becas de producción y análisis de obra (1999) y de estudio (2001-2002) de la Fundación Antorchas, y la beca para artes plásticas del Fondo Nacional de las Artes (2002), que le permitieron comenzar a formalizar una poética propia. Unos años más tarde, integró el grupo de seleccionados para participar en la cuarta edición del Programa para las Artes Visuales Kuitca/C.C. Rojas (2003-2005), junto a artistas de todas las disciplinas (incluidos tres colectivos), que desarrollaron su trabajo en el que fue un colegio del barrio de Once. En este ámbito de intercambio entre colegas, pares y tutores, comenzó a experimentar con resoluciones técnicas y formales sobre soportes diferentes de los que venía utilizando, y dio inicio a la confección de dibujos de dimensiones mayores que aquellas con las que solía trabajar. El imaginario fantástico sobre paisajes montañosos se afianzó en este período de formación en la Beca Kuitca, y si aquél ya había sido objeto de análisis formal y técnico en Travelling, su segunda exposición individual en la galería Alberto Sendrós (Buenos Aires), en 2005, fue a partir de ese mismo año cuando comenzó a extenuarlo utilizando la experimentación sobre diversos soportes como una manera de investigación. Extenuación que vino aparejada al descubrimiento que las planchas de aglomerado le proveyeron en términos de dimensiones, al unir distintas placas y expandir la superficie de representación en cuanto soporte.
Texto de Sebastián Vidal Mackinson
Title: Impostor
Year: 2006
Technique: Tríptico. Acrílico sobre placas de conglomerado de terciado intervenidas
243,5 x 366,6 cm (3 paneles)
Inventary Number: 2006.16
Donation: Adquisición gracias al aporte de Antonio Lanusse, 2006
Fuera de exposición