Expresionista en sus comienzos, la amistad con los hermanos Claudio Girola y Enio Iommi, ambos miembros del movimiento de Arte Concreto-Invención, llevó a Alberto Heredia por los caminos de la geometría. Desde 1955 participó en exposiciones colectivas y, a fines de la década, conoció en Buenos Aires a Alberto Greco, con quien luego compartiría obras y aventuras en París. Tras un breve paso por España, donde se relacionó con la vanguardia informalista y geométrica, su expresividad se abrió paso al drama de la materia. Más tarde viajó a Holanda y conoció la desatada sensualidad del color y el empaste del grupo Cobra.

En 1962 se instaló en París, donde se reencontró con Greco y ambos realizaron varios Vivo-Dito.1 Es en este momento cuando Heredia comienza a experimentar con el collage. Distintos materiales y objetos descartados se conjugan en composiciones que, como El retrato, parecen querer exhibir el lado oscuro del género. Un pequeño camafeo fotográfico, presuntamente retrato de su madre,2 convive con la superficie rugosa de una huevera de cartón y pequeñas lámparas como las que se usan en los árboles de Navidad. Toda la superficie está pintada con una sustancia de aspecto bituminoso, muy similar a los monocromos de Greco en la época. Un marco dorado a la hoja se contrapone con su solemnidad y carácter artístico al retrato, antiguo y deteriorado, que yace en su enigmático fondo de detritos. La obra de esta descripción es la que se reproduce como Collage en el catálogo de la retrospectiva de Heredia, en 1998. Allí aparece fechada en “c. 1962”.

Por su aspecto general y su temática, es antecedente de la serie de Cajas de camembert que realizó solo un año después. No obstante, la obra donada a Malba en 2005 tiene una caja de madera enyesada con gasa pintada en su interior, que contiene la obra Collage. Todo parece indicar que este arreglo fue hecho en un momento posterior a 1961/1962 (ambas fechas probables para Collage), cuando aún Heredia no usaba cajas de la dimensión de la que analizamos, con las que aparentemente empezó a trabajar hacia 1968. También las telas enyesadas comienzan hacia fines de los 60, y tienen su madurez en las décadas posteriores. En conclusión, y conociendo el método de trabajo de Heredia,3 quien permanentemente reformulaba sus esculturas y objetos, es muy probable que El retrato sea la unión de dos partes de distintas fechas: el collage de 1961/1962 y la caja mayor presumiblemente de 1978, año en el que el artista expuso en la galería Artemúltiple, donde la pieza fue adquirida por los donantes.4 En esa muestra, el artista presentó El ropero de M.C. o la novia, una ambientación inspirada en una telenovela tanguera de su invención: un hombre se aferra a los objetos que pertenecieron a su amada, a la que perdió. Revive en ellos una sensibilidad kitsch y anticuada, consistente con la estética de El retrato, tal vez un relicario, pero también una escena, como una maqueta de un ambiente en el que el retrato cuelga de la pared.

Heredia gustaba de trabajar con objetos cotidianos. En el caso de El retrato, el camafeo fotográfico, las hueveras, las bombitas eléctricas, el marco dorado y el barral de cortina que utiliza como aparatosas ménsulas para sostener el collage. Estos materiales degradados por el tiempo y el uso son metáfora de la vida del hombre, del amor y el desamor, temas recurrentes en la obra del escultor. En 1978 señalaba:

Creo que no podemos practicar un arte estetizante, sin contenido. Tiene que surgir un nuevo humanismo, para mí no tiene ninguna importancia ya el arte si no es un lenguaje de expresión. En cuanto a lo que quede, no me interesa, yo trabajo materiales perecederos, con todas sus lacras. Todo lo que hay es perecedero, pero todo es cotidiano. ¿Con qué vara medimos la verdad o el arte?5

No obstante el discurso sobre lo precario como condición de la existencia, esta obra también parece referirse a la historia del arte, disciplina en la que el retrato fue un género menor comparado con la pintura de historia o la religiosa, pero que, desde el siglo XIX, tiene el doble prestigio de consagrar en los salones la faz de los reyes, o, en la intimidad, perpetuar la de aquellos a quienes amamos. Siguiendo el pensamiento de Claude Lévy-Strauss,6 para quien todo arte es un modelo reducido de la totalidad, El retrato, en su caja- arquitectura de museo, representa el género retrato. La miniatura elevada, la caja vidriada y el pronombre “el”, incluido en el título, acentúan el carácter modélico que esta pieza adquirió, probablemente, hacia 1978.

Texto de María José Herrera

 

Notas

1. En 1962 Alberto Greco concibió en París la serie del Vivo-Dito (dedo vivo), donde señalaba personas y cosas en la calle, las que, a partir de su gesto, se convertían en “obra de arte señalada”. Esta tendencia, fuertemente enraizada en la poética del ready-made del artista francés Marcel Duchamp, fue llamada “arte de actitud”.

2. Alberto Heredia (cat. exp.), Buenos Aires, Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires, 1998, p. 101.

3. Entrevista de la autora con la licenciada Laura Buccellato, curadora de su obra, julio de 2018.

4. No nos consta que El retrato haya sido expuesto en dicha muestra, ya que el catálogo no tiene listado de obras y los archivos de la galería fueron destruidos. La caja tiene en su dorso una oblea, de 1978, en la que tanto Heredia como la galería Artemúltiple certifican que la pieza es de 1961.

5. En Vera Ocampo, Raúl, “El ropero y el hombre pájaro”, Buenos Aires, diario La Opinión, 19 de noviembre de 1978, p. 12. Citado en Alberto Heredia, op. cit., p. 111.

6. Lévy-Strauss, Claude, El pensamiento salvaje, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1964.

El retrato, 1961

Ficha técnica

Título: El retrato
Año: 1961
Técnica: Madera, cartón, vidrio y fotografía blanco y negro en caja de madera, cartón enyesado y vidrio
55 x 44 x 15 cm
Nro. de inventario: 2005.29
Donación: Donación Felisa y Mario H. Gradowczyk, Buenos Aires, 2005

Fuera de exposición