Clorindo Testa comenzó la década del 60 pisando fuerte. A su destacada actividad como arquitecto –título que había obtenido en 1948– se sumó la obtención del Premio Nacional de Pintura del Instituto Di Tella en 1961. El certamen era por invitación, y en aquella oportunidad participó con importantes artistas de su generación como Luis Felipe Noé, Kasuya Sakai y Jorge de la Vega.

Sus telas acromáticas de impronta gestual se organizaban a partir de una gran economía de recursos: formas simples, que aludían a la geometría en versión orgánica y expresiva. Su serie de óleos en blancos, negros y grises comenzó a mutar entre 1964 y 1965, cuando se produjo un nuevo vuelco en su obra con la incorporación gradual de nuevas notas de color y la búsqueda de otras materialidades. El cartón y el chapadur se integraron al campo pictórico dándole estructura a la serie de acanalados y plegados en los que se concentró hasta finales de los años 60.

La obra Anotaciones sobre blanco (1964), de la colección de MALBA, se ubica en el centro del cambio de imagen. Su importancia también radica en que formó parte del envío a la II Bienal Americana de Arte, un gran evento de arte organizado y financiado por las Industrias Kaiser Argentina con sede en la ciudad de Córdoba. En aquella oportunidad Testa se convirtió en el único artista argentino en recibir una distinción dentro del certamen.

Anotaciones sobre blanco prenuncia los plegados a los que hicimos referencia, además de conformar una especie de trilogía junto con Anotaciones en Herculano (perteneciente a la colección del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina) y otra pieza semejante que se conserva en una colección venezolana. En estas pinturas el artista indaga sobre los restos materiales de las civilizaciones europeas y americanas. Como una arqueología fantasmagórica, la grilla que dibujó sobre la tela cruzando pinceladas de un gris muy pálido, casi sin contraste, parecen sugerir una construcción que se desvanece en el tiempo (¿el Coliseo Romano, quizás?), recorrida por grafismos igualmente sutiles. Entre el garabato y la escritura espontánea, estos registros que atraviesan la superficie de la pintura se leen como “anotaciones” de un mensaje encriptado, donde todavía se conserva un rastro de la pintura “sígnica” que caracterizó su adscripción libre al informalismo. 

Recordemos que, luego de graduarse como arquitecto en la Universidad de Buenos Aires, en 1948, obtuvo al año siguiente una beca de la misma universidad para realizar un viaje de estudios por Europa. Su tiempo de estadía se extendió por casi tres años, y a su regreso ganó el concurso nacional para el edificio de la Cámara Argentina de la Construcción (1951). Desde entonces su labor en el campo de la arquitectura sería sumamente destacada, y obtuvo numerosos premios y distinciones nacionales e internacionales. Entre sus proyectos arquitectónicos más emblemáticos se destacan el Banco de Londres y América del Sur –actual Banco Hipotecario–, en colaboración con el estudio Sánchez Elías, Peralta Ramos y Agostini (el proyecto es de 1959, y la obra culmina en 1966), y la Biblioteca Nacional (proyectada en 1962 y terminada en 1971), junto con Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga. Ambas edificaciones se convirtieron en íconos de la arquitectura moderna en nuestro país.

Sin embargo, Testa combinó en su prolífica vida profesional como arquitecto un interés muy temprano por la producción plástica, que lo convirtió casi en simultáneo en un destacado artista. 

Luego de algunos ejercicios figurativos de juventud, que realizó como apuntes de viaje de la vida moderna europea y expuso en la galería Van Riel en 1952, su obra comenzó a transitar mayores niveles de abstracción. En 1957 conformó el grupo Siete Pintores Abstractos, junto con Borda, Chab, Robirosa, Macció, Peluffo y Sakai, quienes exhibieron ese mismo año en la galería Pizarro. Para entonces Testa ya había eliminado de sus telas todo vestigio figurativo, abandonando también el empleo del color. 

Las obras del colectivo compartían el uso de los elementos sígnicos en composiciones dominadas por la mancha, el trazo libre y la textura. Todos evidenciaban la inclinación hacia una abstracción “cálida”, en oposición a la abstracción geométrica, de vocación objetiva y cientificista que había caracterizado al movimiento concreto de la década del 40. Sin una adscripción ortodoxa, Testa y sus compañeros participaron de la tendencia informalista en un sentido amplio, a diferencia del grupo de artistas que conformaron el movimiento informal, integrado por Enrique Barilari, Alberto Greco, Kenneth Kemble, Olga López, Fernando Maza, Mario Pucciarelli, Towas y Luis Alberto Wells, cuya primera exposición se realizó en julio de 1959 en la galería Van Riel.

De este modo, Anotaciones sobre blanco contiene como sedimento histórico todas estas capas de sentido que fueron construyendo su poética pictórica, en la cual confluyen su mirada de artista y sus intereses como arquitecto. Su actitud informal estuvo siempre en la base de todos sus diseños arquitectónicos, que se originan en el dibujo autónomo. 

Artes plásticas y arquitectura se amalgamaron en su proyecto creador, volviendo a integrar con espíritu renacentista dos disciplinas que formaban parte del sistema de las bellas artes previo al triunfo de la racionalidad instrumental en la alta modernidad.

Texto de Jimena Ferreiro

Anotaciones sobre blanco, 1964

Ficha técnica

Título: Anotaciones sobre blanco
Año: 1964
Técnica: Óleo sobre tela
150,3 x 150,3 cm
Nro. de inventario: 2001.154
Donación: Eduardo F. Costantini, Buenos Aires.

Fuera de exposición

Exposiciones

II Bienal Americana de Arte Industrias Kaiser, Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, Córdoba, 1964.

Clorindo Testa. Retrospectiva, Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, Córdoba, 1968.

Clorindo Testa. Muestra retrospectiva, Fundación San Telmo, Buenos Aires, 1981.

Clorindo Testa. Exposición retrospectiva, Instituto de Cultura Duilio Maricucci, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 1994.

Bibliografía

Obras Relacionadas